domingo, 10 de junio de 2012

Colombianadas

Una de fotos con cariño desde el Hostel Viena, Cartagena de Indias. Demasiado calor para producir texto.

Cafetera italiana de 1905,
Bar Donde 'Apa, Salento, Colombia 
Cabrita besucona, Salento, Colombia

Colombianadas: caben 14 en un jeep
Desayuno en Macondo, Cali, Colombia

Cactus, Desierto de la Tatacoa, Colombia 
Anochecer en el Desierto de la Tatacoa, Colombia

Valle de Cocora, Colombia

Día lluvioso, Popayán, Colombia

Automóbil, Popayán, Colombia

Fuego en la montaña, Popayán, Colombia

sábado, 9 de junio de 2012

Miedo y asco en Cartagena


Ayer noche llegamos a Cartagena. El viaje desde Salento en el eje cafetero fue largo y pesado como las películas que mostraron durante el trayecto: El Jinete Fantasma 2, las segunda vez que me veo obligado a ver esta desgracia de película en 24 horas, nunca los guionistas de Hollywood estuvieron tan desafortunados como en esta joya oscura del cine de superhéroes baratos, con actuación enfermiza de Nicholas Cage incluida. De Salento tomamos una buseta hasta Pereira, allí un bus hasta Medellín donde llegamos pasada la medianoche para encontrar una terminal de transporte desierta salve por un licenciado en psicopedagogía Colombiano en busca de asilo político al que le faltaba una pierna. En la terminal pasamos la noche tratando de encontrar una posición mas o menos cómoda para descansar, la verdad es que el comfort no es un factor fundamental en este momento, pero al menos la vigilancia privada del lugar invita a relajarse por unas horas sin miedo a que nos roben el equipaje. A las 6 de la mañana nos despertamos con la agitación propia de una terminal de transporte y sus cientos de transeúntes en tránsito constante hacia las tareas cotidianas. De allí tomamos el bus regular que conecta con la terminal norte desde donde se toman los buses hacia el norte del país. Cartagena de Indias está a trece horas de Medellín. Viajamos todo el dia haciendo parada en lugares estratégicos para estirar las piernas, comprar algo de comer y ser registrados minuciosamente por la policía colombiana. Al bajar del bus lo primero que se siente no es la suave brisa del caribe, sino mas bien una bofetada de vapor pestilente que te golpea directamente los huesos y te deja indefenso ante las amables pero interesadas ofertas de los taxistas. Cartagena es uno de esos lugares en los que constantemente se tiene una gotita de sudor en suspensión desde la punta de la nariz. El taxi nos transportó desde la terminal hasta el centro histórico de la ciudad. En el trayecto adelantamos a varias busetas desprovistas de cristales en las ventanas y decoradas con colores vistosos y luces parpadeantes. En su interior una mezcla de locales y turistas embriagados se tambaleaban al ritmo de los tambores y las maracas que estaban siendo tocados a bordo. “todo el dia estan así, esta ciudad no duerme nunca”, nos informa el conductor del taxi. Tras varios intentos fallidos de encontrar un hostel de precio razonable dentro de las murallas, el taxista nos conduce a traves de un callejón oscuro hasta llegar a un hotel económico pero de aspecto sucio y destartalado. Sentado en la calle frente a la recepción del hotel se haya un tipo negro como el carbón acompañado de sus pertenencias, el tipo se encuentra sumido en una especie de trance mientras canturrea una oda a su desdicha. En el segundo piso del hotel se encuentra la sala de billar y el bar al otro lado del pasillo. A traves de las puertas de cristal que dan acceso al bar contemplo una escena que parece salida de una novela de Hunter S. Thompson: Cuatro individuos altamente intoxicados se rifan los favores de una joven mulata flaca y atractiva mientras el televisor inunda el espacio con el ritmo acelerado de la salsa. La disposición de los taburetes alrededor de la barra me obliga a maniobrar de forma casi incómoda a través de este núcleo de corrupción. Me dio la impresión de que estos tipos estaban completamente fusionados con el escenario, como si formaran parte del mobiliario del bar. Además entre los cuatro no juntan una dentadura completa. La camarera alcanza a forzar una sonrisa mientras me vende una cerveza, parece sentir un poco de pena de tener que pasar sus horas en el lugar mas viciado del mundo, donde acuden los perdedores a imaginar un mundo diferente. Salimos a dar un paseo sin grandes pretensiones y nos internamos a traves de unas arcadas en el centro histórico. Nuestro primer contacto con lo que está pasando murallas adentro es la imagen de una prostituta de rasgos masculinos y grandes senos vestida sólo con unos tejanos y un sostén que deja ver demasiado. A continuación varios sujetos con rostros sonrientes nos saludan como si nos conociesen de toda la vida y se aproximan errantemente hasta nuestra posición para darnos una efusiva bienvenida a la vez que murmuran el catalogo de substancias disponibles: “marihuana, coca de primera, la mejor de toda Colombia”. Mas tarde otro grupo de jóvenes nos saluda de la misma manera provocando mi distracción al cruzar la calle con el resultado de que un taxi casi me atropella. Y todo esto esta pasando mientras todavía estoy intentando orientarme y encontrar un trago barato que apacigue mi sed en este clima sofocante. Camiseta empapada de sudor, actitud defensiva sino de rechazo frente a todo este desenfreno de hedonismo, me pregunto si realmente existe en este mundo algun lugar puro, no contaminado por la ansiedad humana del consumo en sus mas pinturescas variantes. Definitivamente Cartagena de Indias no es ese lugar. Aquí las calles huelen a sudor, ron de caña y mierda de perro. Volvemos a la habitación con la esperanza que a la luz del dia todos los demonios esten durmiendo y sea posible contemplar la otra cara de este paraiso a las orillas del mar Caribe. Por la mañana hemos salido a buscar otro alojamiento. Hemos desayunado café y empanadas en un bar con fotos de Tito Puente, Ray Barreto, Celia Cruz y Paquito D'Rivera en las paredes, los reyes de la salsa. El calor sigue siendo insoportable pero a la luz del dia Cartagena brilla como la perla del Caribe que había imaginado: estrechas calles flanqueadas por edificios coloniales con sus floreados balcones, la actividad de los mulatos que venden fruta en las esquinas y el feeling de un pueblito que sin saber como, se ha convertido de repente en una urbe abarrotada de turistas. Encontramos la Casa Viena, en el barrio de Getsemaní, precio razonable por una cama en el dormitorio compartido y ambiente internacional. Al pasar por la sala del televisor, Sorpresa! Partido de fútbol Holanda- Dinamarca, lo que significa que la Eurocopa ha comenzado. Jóvenes de una variedad de países europeos se congregan entorno al televisor para contemplar el evento futbolístico. Se me había olvidado por completo. Esto es una gran noticia, pero si vamos a hacer esto hay que hacerlo bien, necesito comprar cerveza.