Ayer noche llegamos a Cartagena. El
viaje desde Salento en el eje cafetero fue largo y pesado como las
películas que mostraron durante el trayecto: El Jinete Fantasma 2,
las segunda vez que me veo obligado a ver esta desgracia de película
en 24 horas, nunca los guionistas de Hollywood estuvieron tan desafortunados como en esta joya oscura del cine de superhéroes
baratos, con actuación enfermiza de Nicholas Cage incluida. De
Salento tomamos una buseta hasta Pereira, allí un bus hasta Medellín
donde llegamos pasada la medianoche para encontrar una terminal de
transporte desierta salve por un licenciado en psicopedagogía
Colombiano en busca de asilo político al que le faltaba una pierna.
En la terminal pasamos la noche tratando de encontrar una posición
mas o menos cómoda para descansar, la verdad es que el comfort no es un factor fundamental en este momento, pero al menos la vigilancia privada del lugar invita a relajarse por unas horas sin miedo a que nos roben el equipaje. A las 6 de la mañana nos
despertamos con la agitación propia de una terminal de transporte y
sus cientos de transeúntes en tránsito constante hacia las
tareas cotidianas. De allí tomamos el bus regular que conecta con la
terminal norte desde donde se toman los buses hacia el norte del
país. Cartagena de Indias está a trece horas de Medellín. Viajamos
todo el dia haciendo parada en lugares estratégicos para estirar las
piernas, comprar algo de comer y ser registrados minuciosamente por
la policía colombiana. Al bajar del bus lo primero que se siente no
es la suave brisa del caribe, sino mas bien una bofetada de vapor
pestilente que te golpea directamente los huesos y te deja indefenso
ante las amables pero interesadas ofertas de los taxistas. Cartagena
es uno de esos lugares en los que constantemente se tiene una gotita
de sudor en suspensión desde la punta de la nariz. El taxi nos
transportó desde la terminal hasta el centro histórico de la ciudad.
En el trayecto adelantamos a varias busetas desprovistas de cristales
en las ventanas y decoradas con colores vistosos y luces
parpadeantes. En su interior una mezcla de locales y turistas
embriagados se tambaleaban al ritmo de los tambores y las maracas
que estaban siendo tocados a bordo. “todo el dia estan así, esta
ciudad no duerme nunca”, nos informa el conductor del taxi. Tras
varios intentos fallidos de encontrar un hostel de precio razonable
dentro de las murallas, el taxista nos conduce a traves de un
callejón oscuro hasta llegar a un hotel económico pero de aspecto
sucio y destartalado. Sentado en la calle frente a la recepción del
hotel se haya un tipo negro como el carbón acompañado de sus
pertenencias, el tipo se encuentra sumido en una especie de trance
mientras canturrea una oda a su desdicha. En el segundo piso del
hotel se encuentra la sala de billar y el bar al otro lado del
pasillo. A traves de las puertas de cristal que dan acceso al bar
contemplo una escena que parece salida de una novela de Hunter S.
Thompson: Cuatro individuos altamente intoxicados se rifan los
favores de una joven mulata flaca y atractiva mientras el televisor
inunda el espacio con el ritmo acelerado de la salsa. La disposición de los taburetes alrededor de la barra me obliga a maniobrar de forma casi incómoda a través de este núcleo de corrupción. Me dio la impresión de que estos tipos estaban completamente fusionados con el escenario, como si formaran parte del mobiliario del bar. Además entre los cuatro no juntan una dentadura completa. La camarera
alcanza a forzar una sonrisa mientras me vende una cerveza, parece
sentir un poco de pena de tener que pasar sus horas en el lugar mas
viciado del mundo, donde acuden los perdedores a imaginar un mundo
diferente. Salimos a dar un paseo sin grandes pretensiones y nos
internamos a traves de unas arcadas en el centro histórico. Nuestro
primer contacto con lo que está pasando murallas adentro es la
imagen de una prostituta de rasgos masculinos y grandes senos vestida
sólo con unos tejanos y un sostén que deja ver demasiado. A
continuación varios sujetos con rostros sonrientes nos saludan como
si nos conociesen de toda la vida y se aproximan errantemente hasta
nuestra posición para darnos una efusiva bienvenida a la vez que
murmuran el catalogo de substancias disponibles: “marihuana, coca
de primera, la mejor de toda Colombia”. Mas tarde otro grupo de
jóvenes nos saluda de la misma manera provocando mi distracción al
cruzar la calle con el resultado de que un taxi casi me atropella. Y
todo esto esta pasando mientras todavía estoy intentando orientarme
y encontrar un trago barato que apacigue mi sed en este clima
sofocante. Camiseta empapada de sudor, actitud defensiva sino de
rechazo frente a todo este desenfreno de hedonismo, me pregunto si
realmente existe en este mundo algun lugar puro, no contaminado por
la ansiedad humana del consumo en sus mas pinturescas variantes.
Definitivamente Cartagena de Indias no es ese lugar. Aquí las calles
huelen a sudor, ron de caña y mierda de perro. Volvemos a la
habitación con la esperanza que a la luz del dia todos los demonios
esten durmiendo y sea posible contemplar la otra cara de este paraiso
a las orillas del mar Caribe. Por la mañana hemos salido a buscar
otro alojamiento. Hemos desayunado café y empanadas en un bar con
fotos de Tito Puente, Ray Barreto, Celia Cruz y Paquito D'Rivera en
las paredes, los reyes de la salsa. El calor sigue siendo
insoportable pero a la luz del dia Cartagena brilla como la perla del
Caribe que había imaginado: estrechas calles flanqueadas por
edificios coloniales con sus floreados balcones, la actividad de los
mulatos que venden fruta en las esquinas y el feeling de un pueblito
que sin saber como, se ha convertido de repente en una urbe
abarrotada de turistas. Encontramos la Casa Viena, en el barrio de
Getsemaní, precio razonable por una cama en el dormitorio compartido
y ambiente internacional. Al pasar por la sala del televisor,
Sorpresa! Partido de fútbol Holanda- Dinamarca, lo que significa que
la Eurocopa ha comenzado. Jóvenes de una variedad de países
europeos se congregan entorno al televisor para contemplar el evento
futbolístico. Se me había olvidado por completo. Esto es una gran
noticia, pero si vamos a hacer esto hay que hacerlo bien, necesito comprar cerveza.