sábado, 28 de abril de 2012

Guerra y Paz

Estamos en La Paz y nos hospedamos en la majestuosa casa de dos jóvenes descendientes de familias poderosas en Bolivia. El padre de ella posee la mayor compañía cementera del país, también es propietario de las franquicias Burger King y Subway en Bolivia. Ellos viven en la zona sur de La Paz, donde vive la gente rica o "platudos" , como se denomina aquí a la gente de mucha plata según nos informa el conductor del taxi que nos ha traído desde la zona alta. Nuestros anfitriones se presentan abiertamente como personas cargadas de dinero, lo cual provoca una primera reacción de extrañeza en el oyente cuando recuerda que Bolivia está considerado el país más pobre de latinoamérica _sobre eso volveré luego. Sin embargo conforme avanza la conversación es de agradecer que estos encantadores huéspedes se presenten tal y como son y se ahorren la máscara de falsa modestia que algunas personas adineradas gustan de llevar,como si en el fondo sintiesen pena por los demás por no tener ni un duro y ocultasen su buena fortuna por no restregártela en la cara. Cada uno sabe lo que tiene y lo que le ha costado ganarlo o perderlo. 


De camino a la zona sur, hemos descendido por la ladera del cerro donde se ubica el centro. No hay palabras para describir el espectáculo visual que este trayecto me ha proporcionado. Además la experiencia se ha visto amplificada por las flores a las que un compañero de hostel me he invitado justo antes de partir. Flores de primera categoría, por cierto, nada de ultraprensado estiércol paraguayo. Este generoso compañero de hostel afirmaba tener un microchip implantado subcutáneamente en su frente, concretamente a dos pulgadas sobre la cuenca ocular derecha. Presuntamente este chip forma parte de una investigación supersecreta de los estados unidos para robar los pensamientos de la gente y volcarlos en el internet, con objeto de suprimir la libertad individual y someter a la humanidad a otra era de capitalismo feroz. Otro rasgo memorable de este personaje fue su habilidad para pegarse pedos de mas de 30 segundos de duración mientras el resto de inocentes viajeros dormíamos, amparado por el anonimato del oscuro dormitorio. Francesca (que le tenía miedo y en consecuencia dormía en estado de semi-vigilancia) incluso afirma que antes de despresurizarse, el terrorista fecal tuvo la indecencia de hacer ejercicios de calentamiento dando vueltas por la habitación. Todo esto pasó en el hostel Pirwa.


También en el hostel Pirwa me recuperé de un terrible virus que me afectó nada mas aterrizar en La Paz. Tuvo que ver un poco el mal de altura. El centro de la paz está a más de 3600 metros de altura y caminar aquí durante treinta minutos cansa como correr la media marathón. También tuvo que ver el bocadillo de pollo   que comimos en un restaurante en medio de la nada de camino desde Cochabamba (concretamente una salsa de ají verde extremadamente picante que me serví con desmesura, "mayonesa? eso es para mariquitas"). Sea como fuere, la cuestión es que me puse malísimo. Primero una bofetada de frío que me caló hasta los huesos, no podía parar de temblar. Minutos más tarde se me inflamaron las amígdalas como pelotas de golf, hasta el punto que me costaba esfuerzo respirar. Me autoadministré 500 mg de amoxicilina, me puse toda la ropa que cargo en la mochila y me metí en la cama tapado hasta las cejas sabiendo que iba a ser un infierno de noche. Sufrí pesadillas horribles en las que los mapas de Bolivia se desfiguraban, se corrompían. Intentaba con tenacidad alcanzar un lugar inexistente pero siempre los caminos conducían a una nueva encrucijada, el destino siempre más lejos que al empezar a caminar. 
En torno a la medianoche empezó la diarrea. Seis veces tuve que levantarme y esprintar hasta el lavabo a lo largo de los fríos pasillos del hostel. En fin, si hubiese escrito en el blog ese mismo día, el título de la entrada habría sido sin duda: "las horas más bajas". Felizmente al cabo de 24 horas estaba en buena condición para empezar a comer de nuevo y salir a la calle a pasear. Después de la tormenta se hizo la calma. Después de la guerra vino La Paz, menuda maravilla de lugar. 

Erróneamente juzgué a la ciudad por las sensaciones horribles experimentadas durante mi fugaz enfermedad. Ahorita no puedo estar más agradecido a la historia universal por haber creado esta maravilla, y al viento por haberme traído hasta aquí. 


Una mirada retrospectiva en la história de Bolivia desvela siglos de brutalidad y explotación de las gentes indígenas de manos de los codiciosos conquistadores españoles. De este país se extrajo la plata que catapultó el desarrollo de las grandes economías industriales europeas. Las riquezas naturales de Bolivia fueron robadas y se convirtieron en occidente en el "capital original", en palabras de Marx, motor de arranque del capitalismo que se extiende hasta nuestros días. Así es, todos deberíamos estar agradecidos a los bolivianos por nuestros autos, nuestros móbiles, ropas de marca, etc. En apenas dos siglos después de que se descubriese la plata del Cerro Rico de Potosí allá por el 1550, el 80% de la población indígena del territorio fue arrojada a las fauces de la mina, donde morían como moscas presa de enfermedades y condiciones infrahumanas de trabajo. Escalofriante. 


La Paz fue fundada a mediados del S XVI como un punto de descanso para viajeros que transitaban entre Potosí y Cusco. Hoy día es una gran urbe que queda como encajada en las escarpadas laderas de los altos andinos. Un verdadero espectáculo arquitectónico donde los vestigios de la época colonial se encuentran enmarcados por austeras construcciones de ladrillo que se extienden hasta donde alcanza la vista. Iglesias y mercados. Ricos (como nuestros anfitriones) y pobres (como las cholitas durmiendo sobre el frío suelo cerca de la catedral envueltas en capa sobre capa de mantas con vistosos diseños). 


En fin, mañana nos vamos al norte, al poblado amazónico de Rurrenabaque, donde vamos a intentar eludir los omniscientes operadores de turismo y visitar el parque natural Madidi por nuestra cuenta. Tardaremos un día entero en llegar, pero el espectáculo de biodiversidad promete (jaguares, monos, caimanes, anacondas y tapires incluidos)


Ahora me está agarrando sueño así que me voy a despedir ya. Hoy una de divagaciones y desviaciones mentales. Así es la vida. Donde me sitúo yo ante todo esto? Por el momento seguir, conversando, contemplando y aprendiendo. Todavía queda un largo camino por recorrer e infinitas cosas por hacer.


El pueblo de Ayacucho, 100 Km al este de Sucre


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lunes, 23 de abril de 2012

Salar de Uyuni

El salar de Uyuni es el mayor desierto de sal del mundo, con una extensión de 12.000 km cuadrados. Está situado en el altiplano boliviano, a unos 3600 m sobre el nivel del mar. Esta región estuvo cubierta por lago prehistórico hace más de 40000 años, y se calcula que el nivel del agua llegó a unos 100 metros por encima del nivel actual del salar. Unos 30000 años más tarde, una etapa climática saca y cálida produjo la evaporación del lago lo que dió arigen al salar, una extensión prodigiosa de sal, litio, magnesio y boro de 7 metros de espesor. Unos 60000 turistas visitan cada año esta maravilla natural, y nosotros no podíamos ser menos. 
LLegamos a Uyuni el 19 de Abril tras un viaje de 8 horas desde Tupiza. Durante el trayecto a través de carreteras no asfaltadas que bordean los cerros andinos en constante zigzag, pudimos ver paisajes desolados de gran belleza, formaciones rocosas insólitas, llanuras altiplánicas que sirven de pasto para las simpáticas llamas y de vez en cuando alguna mujer tradicional andina en medio de la nada transportando botellas de refresco a algún destino inimaginable.






Uyuni es una pequeña localidad de unos 20000 habitantes que vive principalmente de la minería y el turismo, dos mundos radicalmente opuestos que se encuentran aquí para ofrecer un contraste privilegiado de gentes a los ojos del visitante. Sus calles están plagadas de albergues y agencias de turismo que ofrecen visitas guiadas al salar de uno o tres dias por 130 y 700 pesos bolivianos respectivamente ( 16 y 90 euros). Esta es la opción de preferencia para los viajeros, aunque existen maneras de visitar el salar por cuenta propia asumiendo los peligros que conlleva adentrarse en un desierto de sal donde el riesgo de perderse es muy alto y la temperatura baja drásticamente al caer el sol. De hecho existen numerosas histórias de turistas desaparecidos y locales que murieron congelados al encallarse sus autos en la incierta capa de agua que recubre la superficie salina en algunas épocas del año. Nosotros investigamos y durante un día entero organizamos  la expedición por nuestra cuenta. En teoría es posible comprar un pasaje a la isla de Incahuasi, justo en medio del salar y hacer noche allí, con la promesa de presenciar uno de los espectáculos de luz y color más impresionantes que es posible vivenciar sin haber consumido ninguna substancia visionaria. Finalmente nos llevamos una decepción considerable al descubrir la misma mañana que pensabamos partir que la compañía de transportes que cubre este trayecto no estaba autorizada a vender pasajes a turistas por el riesgo que ello conlleva, además de no querer hacer competencia a las agencias de turismo que parecen tener el monopolio de las visitas al salar. En fin, acabamos contratando un tour en 4x4 por un día y partiendo a las 11 de la mañana acompañados de un grupo de simpáticos jóvenes bolivianos y dos chicas argentinas. 
Antes de proceder a las fotos, un par de recomendaciones por si alguno de mis lectores pretende visitar el salar en el futuro: 
Realmente lo que se obtiene al contratar un tour es un buen servicio por a penas 15 euros, lo cual es un precio ridículo para estándares europeos pero es un dinero muy valioso cuando se está de viaje porque permite dormir y comer en Bolivia unos dos o tres días. Si lo que se quiere es visitar el salar sin contratar un tour, recomiendo comprar un pasaje de bus desde Uyuni hasta Colchani, un pueblecito que está literalmente pegado al salar y que vive de la artesanía y de la extracción de sal para el mercado alimenticio. Desde allí es posible caminar hasta unos 25 minutos y adentrarse en el salar, aunque no recomiendo adentrase demasiado por la inmensidad del lugar y el riesgo de desorientarse. 
Por otro lado, si se tiene mucho morro, se puede probar lo siguiente: persónate con tu equipo de turista (cámara fotográfica, gafas de sol, gorrito, chaquetita gore-tex, etc.) en la avenida ferroviaria de Uyuni, que es desde donde parten los tours organizados, espera a que algún 4x4 con asientos libres esté a punto de partir, y simplemente súbete con normalidad como si hubieses pagado. Existe un poco de caos con las agencias y la comunicación con los conductores de los vehículos, que trabajan por comisión, no siempre es eficiente. Los 4x4 pueden transportar hasta 7 pasajeros pero muchas veces no están completos. A nosotros nadie nos exigió mostrar la factura conforme habíamos pagado, y de hecho nunca estuvimos seguros si nos habíamos subido al vehículo que nos correspondía o nos habíamos equivocado. Pero una vez estás montado y el tour se inicia, nadie te va a pedir que te bajes, así que relájate, actúa con normalidad y disfruta del maravilloso paisaje de gratelo. 







Altamente recomendable es quedarse hasta las seis o las siete de la tarde (depende la época del año) para presenciar la puesta de sol sobre la superficie reflectante del salar.






Y cuando el sol ya se ha puesto lo que queda es una insólita claridad púrpura y añil sobre el horizonte que te pone los pelos de punta.


Esa misma noche tomamos un colectivo hasta Sucre, antigua capital de Bolivia, todavía aturdidos por la magia del salar. 
A continuación, y para despedirme ya, dejo el mapa con la ruta recorrida hasta la fecha:



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miércoles, 18 de abril de 2012

Vamos a ver, dijo el ciego


Vamos a ver, dijo el ciego. El ciego se levanta a las 7:30 de la mañana en un lugar extraño. Habitación de hotel, lampara de macramé colgada del techo, televisión armada en soporte metálico y luz pre-amanecer colándose por las cortinas entreabiertas sobre el cabezal de la cama. Ahora recuerdo, el ciego está en Tupiza, Bolivia. El ciego soy yo, y necesito un café. Salgo a la calle sin saber qué hora es, debe ser muy temprano porque todos los comercios están cerrados y lo único que está pasando es que el sol empieza a asomarse por detrás de la colina que se ve en la foto de arriba. Camino unas tres cuadras y llego al mercado. El ciego se encuentra de nuevo rodeado de gente andina, los hombres con sus  expresiones faciales endurecidas por el frío y su caminar errante, las mujeres con sus faldas multicolor, rebecas de punto y sombreros de terciopelo. El ciego se toma un café y fuma un cigarrillo mientras intenta recuperar en su memoria el camino recorrido los últimos cuatro dias: 2300 kilómetros de distáncia entre Córdoba y Tupiza. Voy a intentar relatar a continuación cómo fué, aunque no prometo nada.


Partimos de Mendoza el 9 de abril bien pronto por la mañana, un colectivo nos dejó a un kilómetro de la estación de servivio desde la que presuntamente nuestras posibilidades de ser levantados por un camionero eran máximas. Allí nos plantamos y como empieza a ser nuestra estrategia habitual, tomamos turnos para aguantar el cartelito al borde de la carretera mientras el otro pregunta a los conductores que paran para repostar. Al cabo de una hora y media un camión se detuvo con un terrible estruendo y levantando nubes de polvo. Carlos, un hombre mendocino de avanzada edad se anima a llevarnos hasta Rio Tercero, a 90 km de Córdoba capital. Son ya las 5 de la tarde así que calculamos llegar a nuestro destino en torno a las tres de la madrugada. El camión en el que nos desplazamos es un Fiat fabricado a principios de los 80. Aquello va lentísimo y es realmente incómodo. Tras unas 3 horas de viaje anochece y se empiezan a divisar en la distancia relámpagos que anuncian la tormenta. En el Fiat de Carlos no funciona casi nada, mucho menos los limpiaparabrisas. En torno a las 10 de la noche cabalgamos la ruta 7 que transcurre entre viñedos abriéndonos paso a través de cortinas de agua. Carlos detiene su camión cada 15 kilómetros para limpiar manualmente la luna delantera y yo me empiezo a desesperar. Nunca subestimes la maña de un camionero, piensa el ciego, mientras observo anonadado cómo Carlos diseña un sistema con gomas de neumático anudadas entre los limpias y el marco de la luna, a lo que incorpora una cuerda elástica que introduce en la cabina del camión a través de su ventanilla. Resultado: ya no tenemos que parar cada dos por tres porque ahora nuestro conductor puede accionar los limpiaparabrisas manualmente desde su posición. Genio. Como había anunciado Carlos, finalmente llegamos a Rio Tercero a las 3 de la madrugada, montamos nuestra tienda de campaña al ladito de una estación de servicio y nos echamos a dormir. Al día siguiente cubrimos la distáncia que nos quedaba hasta Córdoba montados en una pickup. Esta vez nuestro conductor es un afable pero reservado trabajador de la construcción. Nunca supimos su nombre pero igual le estamos agradecidos. Por la tarde llegamos al centro de Córdoba y nos dirigimos diréctamente a la plaza de la Intendencia, donde habíamos acordado reunirnos con Munai, nuestra huesped de Couchsurfing. Munai es una jóven encantadora de pelo azul y sonrisa constante que vive en una casita baja en la periferia de la ciudad, a unos 15 minutos a pie desde el centro. Con Munai la pasamos en grande. En su hogar estuvimos de relax cuatro noches entre paseos diurnos por el centro y fumadas nocturnas escuchando música y compartiendo historias de viaje.


El 13 de abril nos despedimos de Munai con el objetivo de partir hacia el norte de Argentina a dedo y no tardar más de 5 dias en alcanzar la frontera con Bolivia. El motivo de tanta prisa es que nos estamos quedando sin plata y sin tiempo para visitar todo lo que habíamos planeado visitar (Francesca tiene que regresar a la vieja Europa a mediados de Junio). Salimos de Córdoba en colectivo, llegamos a una estación de servicio sobre la ruta nueve dirección sur y allí sacamos el pulgar. Al cabo de unas dos horas nos levantan dos jóvenes en un auto, su consejo: "amigo si quieres que os levanten rápido lo mejor que puedes hacer es esconderte y que se luzca ella", gracias culiao, lo pensaré para la próxima vez. Estos jóvenes nos dejaron en un lugar llamado Ojo de Agua, donde comimos asado y pasamos la noche en un hotel regentado por una especie de acólitos de alguna secta satánica cuyo libro sagrado se titulaba: "hágase rico rápido sin moverse del sofá de su casa" o algo así. Al dia siguiente continuamos nuestra empresa de hacere autoestop y, al cabo de un par de horas cuando estabamos a punto de pagar 200 pesos por un billete de bus, un camión con doble remolque se detuvo a recogernos.




Aquí es donde el ciego se queda ciego y decide pasar de largo un sinfín de pequeñas historias que acontecieron en las 48 horas que siguen. Viajamos 2000 kilómetros primero por cortesía de Ceferino, un joven con complexión de oso cuyas frases favoritas eran: "así es la vida" y "Cristina (Kirchner) es una hija de mil putas". Ceferino llegó a su destino y nos presentó a Daniel, excompañero de empresa de transportes, que aceptó llevarnos hasta La Quiaca, lugar fronterizo entre Argentina y Bolivia. Daniel llevaba despierto 24 horas cuando nos recogió y no pensaba dormir hasta el día siguiente, cuando hubiese entregado su carga. Su secreto: constante masticación de hojas de coca, acompañado de enjuagues de coca-cola y café. La vida del camionero es realmente dura.

A 3000 metros de altura y tras dos dias seguidos en ruta sin a penas dormir, finalmente llegamos a La Quiaca, la frontera con Bolivia. A Francesca le dió la puna o mal de altura nada más bajarse del camión. Malestar general, falta de oxígeno y sensación de confusión. La verdad es que yo tampoco me encontraba nada bien y el paisaje apocalíptico de este pueblucho fronterizo no ayudaba a levantar el espíritu. "Ahora no es momento de venirse abajo", pensé, y tranquilicé como mejor pude a Francesca para que no se hundiese del todo en el abismo sin retorno. 
Habíamos anticipado cinco días para llegar aquí y finalmente lo habiamos conseguido en tres y gastándonos a penas 60 pesos, poco más de 10 euros. En el camino habíamos vivido situaciones surrealistas como la de las niñitas de 13 años prostituyéndose en los paraderos de camiones sobre la ruta 9. También habíamos sido testigos de una transformación del paisage, la vegetación y, sobretodo, la gente que resultaba difícil de asimilar con nuestros cerebros funcionando en niveles críticos de fatiga. La posibilidad de colapso físico y mental era muy real. Vamos a ver, dijo el ciego. Aduana, pasaporte, welcome to Bolivia, larga avenida comercial, mandarinas, otra hora y media en bus, hotel, cualquiera servirá, lo que necesitamos es descansar. 


Y así es que el ciego se despertó en Tupiza, se tomó un café en el mercado y logró por fin poner orden en el enmarañado remolino de recuerdos y sensaciones que quedaron atrás en el camino. El ciego soy yo, aunque ahora ya no estoy ciego. Lo siguiente: salar de Uyuni y Potosí. Más tarde, Selva amazonica boliviana, La Paz y Lago Titicaca.


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jueves, 12 de abril de 2012

Santiago cuesta arriba, cuesta abajo

Santiago de Chile.


De noche


De día. Nótese la espesa capa de polución que queda atrapada entre los cerros a ambos  lados de la ciudad.  


Llegamos más bien tarde a la estación central después de un viaje de unas seis horas desde Chillán, pagamos 5 lucas (5000 pesos chilenos) equivalente a unos 8 euros. En el trayecto desde la terminal central en el oeste de la ciudad hasta el hostel que hemos localizado a traves de la Lonely Planet me entra toda la paranoia que no me ha entrado en los tres meses que llevo de viaje. Me deslizo por la calle como un ninja, frecuentemente girándome para localizar un sonido de pasos a mi espalda, rastreando las esquinas y los callejones oscuros en busca de potenciales malechores. Siempre en guardia. Por suerte, o por complementariedad necesaria entre quienes han pasado tanto tiempo juntos, Francesca está tranquila, relajada, su mente puede juzgar las opciones con la rigurosidad de un científico. Tras una caminata considerable llegamos al hostel Maui, donde nos recibe un simpático joven de acento argentino y nos comunica que está todo lleno. Debió ver en nuestras caras signos de fatiga y tensión creciente porque al momento cambió de idea y nos ofreció una habitación privada con cama individual por un precio más que razonable, a modo de favor. Tras dejar las bolsas nos dirigimos al jardín de la casa donde somos bienvenidos con cerveza por la familia Maui, un ensemble multicultural de personajes de primera categoría. Evidentemente se produjo más birra, luego pisco con coca-cola. Coversación agradable y buena música. Evidentemente acabamos ebrios, pero también purificados y con energía renovada para empezar a disfrutar al máximo de esta ciudad maravillosa. Nos tambaleamos hasta la cama y cerramos el show hasta nuevo aviso. Entregamos nuestros cuerpos a la sedienta marabunta de chinches que poblaban nuestra alcoba.
Al dia siguiente establecimos contacto con Stephani y Gustavo a través de Couchsurfing. Tenemos huespedes, tu propón, el universo dispone. A mediodía salimos a pasear por el centro y nos topamos por casualidad con la llegada de la maratón de santiago. Mi mente resacosa tuvo serios problemas para asimilar el hecho de que miles de personas se hubiesen levantado este domingo de sol abrasador para correr 42 kilómetros y llenarse el cuerpo de gatorade y bananas. Más tarde visitamos la catedral y el museo de historia nacional.
Esa misma noche nos despedimos de la familia Maui, había sido una experiencia corta pero intensa. Dos dias más tarde volveríamos al hostel para saludar a los chicos y acabaríamos celebrando el cumpleaños de Toni, el encargado del hostel. Como ya hubiese sucedido el dia de nuestra llegada, acabaríamos ebrios e inmersos en una vibra muy positiva. A los chicos que ya habíamos conocido la primera noche, se unieron otros para completar un mosaico de almas en perpetua búsqueda de sensaciones.


El tipo que señala a la cámara es Toni, al fondo un grupo de Australianos que no hablaban ni una palabra de español. 


Más cosas interesantes que hicimos en Santiago:


Paseo por el Cerro de Santa Lucía con Stephi, Gustavo y Amelia


Malabares en la cima del Cerro de San Cristobal, vistas impresionantes  muy por encima de los altos edificios residenciales
También paseamos por la costanera sobre el Río Mapocho, que atraviesa la ciudad de lado a lado, visitamos el mercado central en Cal y Canto, compartimos música con nuestros huéspedes (desde entonces somos fans de Calle 13, gracias chicos por el electro movimiento), cachamos gastronomía chilena, cocinamos platos españoles, aprendimos a hablar flaite (modismos chilenos equivalentes al cani español) y muchas otras cosas. Como por ejemplo visitar la vecina ciudad costera de Valparaíso, o Valpo para los locales, a una hora en colectivo al noroeste de Santiago. Esta ciudad es preciosa, tanto su centro a orillas del oceano Pacífico, como los cerros que lo rodean, revestidos de casitas multicolor y laberínticos pasajes. Ahí van unas fotos:


Juego de perspectivas en el cerro Alegre

Escalera multicolor, subida al cerro Artllería

Ascensores de subida al cerro Artillería

Bajada desde el cerro Bellavista. Buques de guerra de la armada chilena en el  fondo


Realmente la pasamos en grande en Santiago. Tanto que fué realmente difícil dejar toda esa magia atrás y continuar el camino. Despedida, momento emotivo, cada paso hacia el horizonte una guerra interna. Dos billetes para el microbús que lleva a Mendoza, en Argentina. Siete horas de viaje que empiezan en plano, escalan la barrera andina a través de la subida al Paso de los Libertadores, y descienden la loma este para desembocar en el Valle del Aconcagua en la región de Mendoza. El tramo de esta ruta llamado "el caracol", que asciende hasta el paso fronterizo a 3200 metros de altura, es uno de los más peligrosos del mundo, y ofrece unas vistas demenciales como la que sigue:




En fin... llagamos a nuestro destino de una pieza, hicimos noche sin apenas tiempo para dar un paseo y comer una hamburguesa insípida en un asador económico, y al día siguiente partimos a dedo hacia la ciudad de Córdoba, a 700 km hacia el noreste. Este viaje merece una descripción más detallada así que lo dejo para la siguiente entrada, solo adelantaros que viajamos en un viejo camión de la marca Fiat nacido el mismo año que un servidor. Aquello traqueteava como vagoneta del tren de la bruja y era la cosa más incómoda que he tenido bajo el culo en mi vida.
Cada amanecer es un mundo nuevo que explorar. Ahora me despido enviando un abrazo fuerte a todo los que leen esto, empiezo a echar de menos el calor del hogar, los amigotes y las calles de mi barrio. Cada mañana un día menos para volver a casa.


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martes, 3 de abril de 2012

Paltaland

Ahora estamos en Santiago de Chile, nos hospedamos con Stephania y Gustavo, una encantadora pareja de chilenos que vive con su su hijita de 11 meses en pleno centro de esta megaurbe de mas de 6 millones de habitantes. Ha pasado ya un semana desde mi última entrada. En este tiempo hemos recorrido muchos kilómetros, siempre dirigiéndonos hacia el norte. Desde San Carlos de Bariloche hicimos dedo hasta Villa la Angostura, un pequeño pueblecito que yace entre cerros y lagos a 25 kilómetros de uno de los pasos andinos al país vecino. No tuvimos que esperar mucho antes de que nos recogiera Martín, un joven simpático que buscaba compañía para cubrir os escasos 100 kilómetros que separan Bariloche de la Angostura. Martín nos relató con pelos y señales la catástrofe que vivieron los locales a penas hace un año cuando entró en urupción el volcán Puyehue y cubrió la localidad con una mugrienta capa de ceniza volcánica de unos 40 cm de espesor. La economía de la localidad, sustentada en el turismo andino y las actividades al aire libre se vio fuertemente perjudicada, muchos abandonaron el poblado y los que decidieron quedarse todavía hoy día están limpiando tonelada tras tonelada de ceniza. A continuación, la ruta recorrida hasta el día de hoy:





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En Villa la Angostura hicimos noche y a la mañana siguiente intentamos en vano hacer autoestop hasta el puesto aduanero. Finalmente pagamos un pasaje con destino a la localidad de Valdivia, a unas 5 horas de viaje de impresionante paisaje andino. Esta ciudad es la más antigua del sur de Chile y fué fundada en 1550 por el conquistador Pedro de Valdivia. En sus inicios fue concebida como la puerta al mar del sur y en sus márgenes se edificaron fortines para protegerla de los ataques de enemigos. Hoy día destaca su carácter joven y alegre,  y abundan en sus calles los cafés y las cervecerías (gracias a la llegada de pobladores alemanes en el siglo XIX).




Si alguna vez estáis de paso por Valdivia os recomiendo el hospedaje Aredi. El más barato de la ciudad, trato familiar y objetos vintage por todas partes hacen que te sientas como en los 60 (minivinilos de Rafael y Los Pecos incluídos)


En Valdivia encontramos esta feria americana con ropa espectacular a precios irrisorios, Levi's por un euro, antiguos polos Burberry por dos euros, etc. Francesca se volvió completamente loca y compró más ropa de la que puede transportar en su mochila.


Lobos marinos en libertad tomando el sol a la orilla del Río Calle-Calle. Estos animales son terriblemente perezosos y se pasan el día revolcándose como croquetas.


De Valdivia nos dirigimos a la localidad de Pucón. Este pequeño pueblecito debe su fama al turismo de montaña, principalmente a las hordas de montañeros que inician desde aquí su ascenso al volcán Villarica, uno de los más activos de latinoamérica, con una altura de 3000 metros sobre el nivel del mar. 
Esta es la impresionante vista del volcán desde el pueblo. Animados por un espíritu aventurero, os dirigimos a una de las muchas agencias de turismo de aventura y contratamos un ascenso guiado a la cumbre, desde donde es posible asomarse al interior de cráter y ver lava incandescente como si de un reportaje del National Geographic se tratase. El precio de esta excursión equivale a unos 50 euros en pesos chilenos, e incluye el alquiler del equipamiento necesario para el ascenso, a saber, botas goretex, ropa térmica, piolets y grampones para caminar sobre las placas de hielo que yacen permanentemente sobre la ladera. Equipados al máximo, nos personamos a las 6 de la mañana en la agencia, nos reunimos con el resto de la expedición (formada íntegramente por guias chilenos y ruidosos jóvenes israelis), tomamos un auto hasta el campamento base avisados de que existía la posibilidad de que la expedición se cancelase debido al peligro que conlleva la fuerza del viento _de hecho a primeros de marzo  de este año murieron dos excursionistas en su intento de ascender a la cumbre.

Al llegar al campamento base a penas tuvimos tiempo de fotografiar la espesa capa de bruma que cubría la cima (el gorro en jerga montañera) antes de dar media vuelta entre lamentos y algunos suspiros de alivio de los allí presentes: el parque está cerrado por viento, expedición cancelada, volvemos al pueblo, se nos reembolsará el dinero. Tras el drama de no poder coronar el Villarica, conocimos a un chico vascofrancés y, junto con otra chica alemana que ya habíamos conocido en Valdivia, decidimos alquilar caballos y visitar la cascada de Salto Claro. A continuación algunas fotos de esta excursión donde se puede apreciar mi gran destreza sobre el equino:


Tardé tres días en recuperarme del dolor de coxis


Mirad que arte manejando con una mano...


La excursión a caballo duró unas tres horas, suficiente para dejar nuestros cuerpos magullados y doloridos para los siguientes tres dias. En cualquier caso, decidimos abandonar Pucón al dia siguiente para dirigirnos a Temuco, a unas cuatro horas hacia el norte. Temuco es la capital de la región de la Araucania, cuna de los indios Mapuche y escenario de un conflicto por la tierra que se extiende desde la conquista española y perdura hasta nuestros días. Se calcula que en Chile habitan un millón de indios Mapuche, raza guerrera donde las haya que resistió primero la conquista de los incas en el siglo XV, posteriormente la conquista de los españoles en el siglo XVI y tras cinco siglos de conflictos, sigue resistiendo a día de hoy el incesante avance de la modernidad que intenta usurpar sus tierras en pro del capitalismo globalizado. A quien le interese un poco el tema puede leer un resumen de la historia del conflicto pinchando aquí
Café matutino en la Feria Libre de Temuco
antes de abandonar este lugar mágico.
Ají Chileno de todos los colores.
Sólo de mirarlo ya me pica todo.

Lo más característico de Temuco es su frenética actividad comercial, tanto en la parte nueva como en la zona que limita con la estación de tren, donde se encuentra la feria libre. Aquí es posible encontrar de todo, y además se encuentran las hospederías más baratas de la ciudad, del tipo que se alquila por horas para encuentros secretos entre amantes pecaminosos. 
A la mañana siguiente decidimos continuar subiendo hacia el norte e hicimos dedo desde la estación de servicio en el límite de la ciudad, sobre la autopista panamericana dirección norte. En menos de 20 minutos estábamos montados en la parte trasera de una pick up absorviendo las opiniones de un señor chileno más bien conservador al respecto de la reivindicación del pueblo Mapuche. Esta gente nos dejó en medio de la nada a unos 30 km de Temuco, "esto va a ser duro" pensamos, y me dispuse a preparar unos bocadillos de pan seco con pate de ave para amenizar la espera. Sin embargo, en menos de un minuto un mastodóntico camión frigorífico con lujosa cabina se detuvo en medio de la autopista para recogernos. "tenía ganas de subirme a un camión rojo" pensé. El conductor era un afable joven chileno que nos transportó unos 250 kilómetros y nos dejó a apenas una 40 minutos en colectivo de nuestro siguiente destino: Chillán. Aquí hicimos noche y partimos a la mañana siguiente con dirección a Santiago. Ahora llevamos en la capital tres noches y estamos maravillados. Tuvimos la suerte de contactar con Stephanía y Gustavo a través de Couchsurfing y ofrecieron hospedarnos "al toque", como se dice en Chile para "inmediatamente".
Ahora me despido. Santiago merece una entrada a parte así que estad atentos al blog. Más noticias próximamente.


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